sábado, 12 de septiembre de 2015

LOVE ACTUALLY


El otro día volví a ver Love Actually, una de mis películas favoritas.
En realidad, se trata de una comedia coral inglesa, ligera; pero de ella me gusta casi todo, sobre todo la banda sonora… La canción que el viudo elige para el funeral de su mujer, el villancico del festival del colegio, la maravillosamente triste canción que escucha Emma Thomson del CD que su marido le regala por Navidad mientras a su amante le ha regalado el collar del corazón…
Pero el resto también es maravilloso: las salidas de tono del primer ministro, al fin y al cabo un hombre más que se ha enamorado de una chica con ligeros problemas de sobrepeso. El pelo que lleva el niño. Y, sobre todo, todo, todo, todo, la historia de amor de Mark, que se ha enamorado de Juliet, la reciente mujer de Peter, su mejor amigo.
“Con suerte, el año que viene estaré saliendo con una de estas chicas pero por ahora quiero decirte, sin ninguna esperanza ni planes, sólo porque es navidad- y en navidad se dice la verdad- que para mí eres perfecta y mi destrozado corazón te amara hasta que estés así…. Feliz navidad”
Esta historia es uno de los potentes encendedores que inició LA PROPOSICIÓN DE CAROLA. El amor incondicional (sin esperanzas ni planes), la declaración de ese amor, silenciosa, sin dramas, la duda, la inspiradora duda.
Una vez mi marido me sorprendió en un bar con unos carteles como los de esta película con los que me recordaba su amor y me felicitaba una especie de aniversario con el que yo no contaba. Fue, posiblemente, uno de los momentos más románticos de mi vida. Entre otras cosas por esa sensación profunda de que él y solo él conoce detalles insignificantes de mí, como mi afición por todos los detalles de esta película.
Eso solo lo puede hacer él. Y Alejandro Ney, por supuesto… Los dos hombres de mi vida.


Como le dice Sam, el niño, a su padrastro cuando va a despedirse de la niña que vuelve a los EEUU… “Que el amor nos cosa a leches”.

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